Como es sabido, los indicadores de pobreza en Santa Fe subieron más que en otras provincias. Las recetas de ajuste salvaje aplicadas en las obras sociales, discapacitados, medicamentos, presiones sobre gremios y mucho más, hacen que este sea un año complicado al extremo.

Como si fuese un “Vía Crucis”, se vivieron escenas de llanto, dolor, que fueron mitigadas por piadosos sacerdotes instalados en todo el predio de la Parroquia de San Cayetano, en el Barrio de Guadalupe Oeste, de Santa Fe.

Bendiciones, oraciones, con agua bendita y rezos de fe, se elevaron al cielo durante todo el día. Pero no solo fue el pobrerío: concurrieron flamantes desclasados de los sectores medios, que tienen que vender el somier para pagar el seguro del auto. Rostros que clamaban por pan y trabajo, bajo un cielo plomizo que dejaba entrever el lienzo celeste a través de las pesadas nubes.

Santa Fe espera el milagro todavía. Milagro que no llegará de los lujosos autos oficiales, suculentas cuentas bancarias y sueldos que permiten carteras Ricky Sarkany. No hubo funcionarios de Provincia, ni del municipio. Autoridades de ambos sectores brillaron por su ausencia.

Aunque quizás, la pureza de la jornada y la típica espiga de trigo, sean renuentes a comulgar con los lujosos asados en los countries del sur de Rosario, o “Puerto Amarras”, en donde la dirigencia política no estudia la obra del Padre Atilio Rosso o el Padre Catena, sino que miran sus acciones en el sitio de Ramiro Marra, o envían sus amantes o choferes a jugar al casino a ver si embocan una.

Aunque en realidad, no embocan ninguna.