Por Julián Lambert (*), especial para NOVA.
Lo recuerdo. Son esas cosas que te quedan como estampadas en la memoria, una mera evocación lejana puntual. En los tiempos de mi infancia, no tan distantes, había unas gotas para la nariz cuya versión para niños se llamaba “débil”.
Toda una metáfora, sin duda, de la concepción que se tiene de los jóvenes hoy en día, y quizás siempre. Una raza débil, con mucha potencial participación a futuro y que presenta enorme facilidades para ser moldeada y adoctrinada a gusto y conveniencia.
Es un tema que se empieza a instalar como primordial hoy en día, pero es algo que me inquieta hace tiempo. Como joven he sido testigo de un arduo proceso de seducción que intenta convencer a jóvenes de todo el país de que el modelo que vale es el actual y que todo lo pasado es nefasto, erigiendo como enemigo mayor a la última dictadura militar, periodo que paradójicamente los jóvenes actuales no vivimos.
Es una treta obvia, burda: demonizar estereotipos del pasado para asociarlos libremente con los enemigos deseados de la actualidad. No sabemos bien por qué, pero nuestros enemigos son malos, muy malos, como lo eran aquellos enemigos de antaño, malos, muy malos. Pero nosotros siempre fuimos buenos ehh, a no confundirse. El mecanismo increíblemente funciona. Increíblemente.
Hoy tenemos una juventud que tiene muy instaurado el concepto de negatividad hacia la derecha, que aboga incansablemente por los derechos humanos (de la boca para afuera), y que critica el sistema capitalista al mismo tiempo que se sumerge más y más profundamente en él de la mano de los avances que provee la era digital.
Es una juventud llena de contradicciones, enfrascada en hablar de un tiempo que no vivió y en contar como cierta, arbitrariamente, la historia del bando “vencido”, el cual cuenta hoy con las herramientas mediáticas para instaurar su verdad como verdad absoluta.
Por otra parte, este proceso ha contemplado la sospechosa expansión de la participación en política de este sector de la población. Para ser aceptado socialmente es importante hoy el acto de militar, de comprometerse, de enarbolar los colores e ideales de algún partido político, en lo posible oficialista.
Esta es la militancia por el solo hecho de hacerlo, totalmente vacía de contenidos y sin conceder la posibilidad de elaborar una línea de pensamiento propia. Lo sustancial es apoyar un discurso preexistente y defenderlo acérrimamente. Lealtad ante todo.
En ese absurdo contexto hoy se propone bajar la edad electoral. En la era del vacío intelectual disfrazado de participación, de revolución.
Una idea que responde sin dudas a las pretensiones de perpetuarse en el poder e intereses de quienes la impulsan, autores consientes de este maquiavélico plan que ha buscado con relativo éxito la paradójica sumisión de aquellos jóvenes “rebeldes” deseosos de participar. Fue obvio, fue sencillo. Fue tan fácil como quitarle un voto a un niño.
(*) Autor del Indignados Club Blog: www.indignadosclub.com.ar