Graciela Vizcay Gómez tras aval judicial a su identidad: "Estoy en paz, papá estaba orgulloso de mí"
El 19 de diciembre próximo se cumplen dos años de la desaparición de su padre, Orlando Alcides Vizcay, luego ser arrollado por un motociclista ebrio en la localidad santafesina de Romang. Por primera vez, la abogada ambientalista Graciela Vizcay Gómez habla de su padre y de la búsqueda de su identidad.
“La identidad es lo que somos –cuenta-. Todo niño tiene derecho al ambiente familiar, a la filiación, un efecto en su autoestima que lo vincula con su entorno más cercano. Conocer nuestra identidad nos permite vincular las experiencias pasadas y presentes para construir las futuras, y esas son las que realmente me importan, seguir construyendo para mi hija, para mis nietos, para mis ‘pollitos’ de cada escuela que visito”.
- ¿Sus viajes al exterior fueron de ayuda en esa búsqueda?
- Sí, en abril de 2013 fui invitada a disertar en el País Vasco (Pamplona, Bilbao y Barcelona), pedí conocer la provincia de Vizcaya, porque el apellido de mi padre deriva de españoles y hay apellido Vizcay en las Islas Canarias. Luego de mi exposición en el Parlamento de Navarra, viajé en tren hasta el puerto viejo de Guecho, en Algorta, un barrio de pescadores en la costa del mar Cantábrico. Toda la bahía de Vizcaya habla la lengua euskera llamada también vizcaína. Ese viaje fue muy movilizador, muchas culturas juntas, concluyendo en Barcelona con idioma catalán. Lo de Suiza llegó casi por accidente, en mi segundo viaje a Italia y luego de la Audiencia con el papa Francisco en octubre del mismo año, viajé desde Roma a Suiza, donde recorrí las Comunas de Trubschachen y Lagnau, del Cantón de Berna, hasta llegar al Registro Civil de la zona.
“Mi abuela paterna tenía genes alemanes, suizos e irlandeses, raíces de aquellos colonizadores, muchos de ellos, partieron desde ese país helvético al que yo arribaba. Las lágrimas brotaron de mis ojos al llegar en el tren, conmovida ante tanta belleza y ante la cuna de los fundadores de Romang, donde nací. Fué muy fuerte y solo atiné a tomar la mano de mi hija, que me acompañó, junto a la socióloga italiana Rita Ghiringhelli”, recordó.
El ADN
Gómez no sabía que, al volver de Italia, en octubre de 2013, la esperaban los resultados del ADN realizado con sus dos hermanastras y su tío. El resultado fue contundente, subrayó: 99,8 porciento de compatibilidad, realizado por el Laboratorio de Análisis Genéticos de Raúl Horacio Lucero de Resistencia, Chaco, y en Capital Federal, por una “eminencia” como Gustavo Penacino, “presidente de la Sociedad Latinoamericana de Genética Forense”. “Con todos los gastos a mi cargo, fue la única forma de tener resultados rápidos”, relató.
Gómez recordó ante NOVA que “la Justicia lenta no respondía a mis necesidades, por eso me dije: ve y hazlo tú. Mi tío paterno nunca dudó y la relación de años nunca necesitó pruebas, pese a ello accedió a la extracción. Sentía mucho dolor por la muerte de papá y desde la otra parte fabulaban que ‘mi padre no pudo engendrar una hija con solo 18 años’. Pero sí pudo, dos años después, engendrar una hija con una mujer de 17 años, con la que se casó embarazada de cinco meses-, lo cual es un tan absurdo como grotesco.
La infancia en Romang
“Crecí sin padres, con mis abuelos Gómez”, contó. “Ellos hicieron mi infancia muy feliz, entre huertas, jardines y animales domésticos. No faltaba nada, toda la fruta y la verdura era cosecha propia. Mi hamaca en el naranjo, la nata en la leche, los partidos de fútbol del Club Matienzo, y la música de una propaladora, son recuerdos imborrables. El pueblo es hermoso, creció muchísimo los últimos años”.
“Escribo cuentos y poemas desde muy pequeña, por eso hoy me resulta fácil la edición y hacer periodismo ambiental –indicó la letrada- Mi abuelo Gabino me enseñó a leer con el diario, antes de la edad escolar, mi abuela Rosa era la dulzura personificada, falleció cuando yo tenía solo ocho años y fue muy doloroso, me aferré mucho a mi abuelo. Por ese motivo dejé el pueblo y hasta el día de hoy vivo en Capital Federal. Otra historia de novela aparte es la del pueblo, llena de mentiras e inconsistencias”.
- ¿Cuáles son esas inconsistencias sobre la historia de Romang?
- Por ejemplo, festejar la fundación del pueblo el 23 de abril, cuando no es la fecha correcta, y decir que el fundador tanto de Helvecia, como de Romang fue Teófilo Romang, cuando su verdadero nombre era Peter Wingeier, un delincuente que huyó de Trubschachen con dinero ajeno, en esos tantos contingentes de inmigrantes que vinieron a nuestro país, siendo un “notario” en la documentación que vi y no un relojero. Tampoco es cierto que devolvió ese dinero. En Esperanz,a Santa Fe, donde se instaló al principio, ejerció la medicina ilegal con un documento falso que compró de otro suizo muerto en el barco, que era el verdadero médico de Berna: Teófilo Romang.
- ¿Se siente como Cenicienta en relación a la viuda de su padre y sus dos hermanastras?
-Sin dudas, el zapatito de cristal me calza solo a mí... (risas). Creo que el peor error que cometieron es haberme negado el derecho a despedir a mi padre en su funeral. No sólo no me permitieron disfrutar a mi padre en vida, sino que también me prohibieron el envío de ningún presente floral, una actitud tan repudiable como intransigente. Cargarán con esa culpa por el resto de sus vidas, no sólo me han hecho daño a mí y a mi familia, sino a ellas mismas y a su descendencia ya que viven en una hipocresía, en la fantasía de creerse de la realeza cuando la realidad es otra. El abuelo de mi esposo, también inmigrante, fundó Colonia Durán y no por eso se cree un prócer, pese a la gran diferencia: no andaba con un DNI falso.
“Mi padre me amaba, era mutuo pese a las distancias, soy su primogénita, les guste o no soy su fiel retrato, creo que eso es lo que más les molesta. Hasta los bioquímicos del ADN se impresionaron con el parecido. La necedad a estas alturas y el “necesito tiempo” para asimilar la verdad, es solo una excusa, una evasiva que solo les produce más dolor. Yo decidí dejarlo atrás y eso también es crecer, por dentro y por fuera”, subrayó.
- ¿Cómo murió su padre?
- Atropellado por un motociclista borracho a plena luz del día, el 16 de diciembre de 2012. Desde Romang, fue derivado a un sanatorio de Avellaneda, donde fue operado, falleció el 19 de diciembre de 2012 luego de un paro cardíaco. Los autos de la causa son “Alonso Ricardo Ivan s/Homicidio Culposo” y tramita en el Juzgado de 1° Instancia de Distrito en lo Penal y Correccional de Reconquista. Ahora sigue lo más engorroso, las acciones judiciales por efectos. El conductor es la segunda vez que comete una tragedia, la primera vez dejó inválido durante dos años a la víctima, su padre se auto incriminó porque era menor de edad, ahora no pudo porque tiene 21 años y mató a una persona, deberá cargar con eso en su conciencia. Para mí es un asesino, el asesino de mi padre.
“Un accidente, una vez le puede suceder a cualquiera, dos veces no, la responsabilidad es también de los padres, no se puede ser cómplice de un delito y pretender quedar impune, o dar el ejemplo enseñándole a mentir a tu hijo. Hay mucha hipocresía social en el pueblo, es un feudo a contramano, hablar de idiosincrasia es erróneo –completó-. Insisto que la educación es la base de todo y el anacronismo muchas veces está en la cabeza de la gente y no en su hábitat”.
- ¿De qué se tratan esas acciones?
- Del daño moral y psíquico, los reproches que sufría mi padre cada vez que recibía mis cartas que eran un vínculo necesario, ya que vivíamos a cientos de kilómetros. Lo llamaba por teléfono o lo veía sólo cuando viajaba a Romang, en uno de esos viajes conoció a su nieta, mi hija. Durante mi infancia él vivió en Villa Constitución, donde se casó y tuvo dos hijas, cuando decidió mudarse a Romang me buscó. Su nueva familia negó siempre mi existencia, pero todo el pueblo lo sabía, tanto sabían que cuando compraron la actual vivienda, hicieron la escritura a nombre de ambas hijas con derecho de usufructo de los padres, para que yo no pueda reclamar. Ahora tendrán que responder por eso y por todo lo demás ante la justicia. El juicio filiatorio concluyó, y en el sucesorio ya fui declarada heredera.
- ¿Cómo sigue su vida ahora dejando esa mochila que llevó en su espalda tantos años?
- En paz, sabiendo que papá estaba y está orgulloso de mí, de mi carrera, de su nieta. Ya no me faltan pedazos, completé el puzzle. Ahora exijo justicia, por mi padre y por mí. La vida se lo llevó demasiado pronto, mantendré su recuerdo vivo en cada bar que piso, buscándolo detrás del mostrador, o en cada caballo que acaricio o que monta mi hija, que como su abuelo, ama los caballos. Soy consciente de la semántica de la palabra justicia, y que no es venganza, pero como dice el filósofo chileno Augusto Klappenbach, “se pide justicia y no venganza, sin ver que la pena judicial ya incluye la venganza”.
“Llevo años de terapia, comprendí que esa fuerza que me impulsa a luchar por los afectados de los agrotóxicos debía enfocarla para ayudarme también a mí”, reconoció Vizcay Gómez, y concluyó: “Los resultados de mi accionar fueron y son sorprendentes, ahora también yo me reconozco”.